Hace unos días paseamos por el mercado de Tepoztlán, un pueblito de los llamados Pueblos mágicos, muy cercado a la Ciudad de México. Acá es muy típico “el tianguis”. Suelen ponerse los fines de semana en diferentes puntos de la ciudad. Las primeras veces que recorrí estos tianguis quedé sorprendida de todo lo que puedes encontrar: lo clásico de un mercado como frutas, verduras, carnes, etc.; y también ropa, artículos de limpieza, cosas para la casa, juguetes, plantas, macetas, adornos, cuadros; y mucha, sobretodo muchas artesanías. Generalmente están realizadas con materiales naturales y por supuesto hecho a mano por parte de los lugareños que muchas veces se dividen el trabajo entre los miembros de familias numerosas.
Me encantan las artesanías, saber que quien vende esos productos pertenece a la misma familia que los realizó con esfuerzo y al mismo tiempo con mucha pasión por lo que sabe hacer con sus propias manos. Sé, por experiencia propia; que vender un producto realizado por vos mismo es algo que una recompensa monetaria. Es entregar un cachito de uno mismo al otro, es gratitud porque otra persona se lo lleva, es un poco de melancolía también por entregar ese tiempo dedicado.
Hoy compramos a algunos de esos artesanos productos básicos, de materiales simples, como nos enseña el método Montessori: una caja realizada con hojas de palma de la zona que llevó 6 horas de trabajo, según nos comentó el señor que nos lo vendió. Traía sus manos laboriosas arrugadas y una sonrisa al responder la pregunta que le hice “Usted lo hizo, verdad?”.
Esa canasta la destinaremos a guardar algunos de los juguetes que andan desparramados por el cuarto. Al verla, recordé que en la guardería tienen todos los objetos con los que juegan dentro de un canasto y he visto por las cámaras como pasan mucho tiempo poniendo y sacando los objetos de allí. Investigando supe que le llaman «La cesta de los tesoros» y es una actividad que ayuda a los bebes a la psicomotricidad, motricidad fina, toma de decisiones, uso de los sentidos, concentración, autonomía. Yo voy a agregar que también favorece al orden, porque aunque es pequeña servirá para guarda allí los objetos que este usando en ese momento. Tengo la intensión de ir cambiándole de vez en cuando los objetos, para que siempre descubra algo nuevo en nuestra cesta artesanal.
También compramos algunos objetos de música de madera: un pandero (o pandereta), un cascabel, una mini guitarra y un xilófono. Uno de estos objetos venía con un cartel que dice: “lo barato sale caro”. Me llamó la atención, ya que no me resultaron objetos caros si los comparamos con los que venden en centros comerciales. He notado que son elaborados con muy buenos materiales, de madera natural, limados para que puedan tocarlos los mas pequeños. Tienen colores primarios básicos y son durables. No necesitan pila, ni están saturados de elementos como color, textura, sonido, forma… Esto lo conocemos en Montessori como «el aislamiento», un concepto que estoy investigando mas a fondo y del que ya hablaré en otra ocasión. Además traen el sello de “hecho en México”.
Cuando llegamos a casa, inmediatamente tomó con la mano el pandero. No lo soltó por días, fue su instrumento preferido. Al recorrer su cuaderno de Nido A vi que muchas veces en esa salita tocó, escuchó, observó el pandero en las clases de música que tienen una vez por semana. Con razón en casa sabía perfectamente como tomarlo con una mano y golpear con la otra para emitir sonido!
Terminó el día, el fin de semana largo. Y nosotros contentos. Llevamos a casa algo más que algunos juguetes. Nos llevamos la experiencia de conocer quien realizó el objeto y el aprendizaje de valorar cada día lo que consumimos, también el compromiso de conservarlo para poder crecer con ese objeto.